El Madrid está en la siguiente ronda. Estará en semifinales de la Champions League, su competición fetiche, porque Cristiano apareció alrededor de los once metros para decidir y devolver la ventaja al baúl del Bernabéu, en donde estaba tras el recital de Turín. Un sopapo a la grandeza de una Juventus que, sin su mejor futbolista de campo, Paulo Dybala, consiguió empatar la serie y poner contra las cuerdas al actual campeón.
Si Cristiano pudo poner su nombre al desenlace de una noche inolvidable fue porque el árbitro Michael Oliver determinó que una disputa entre Benatia y Lucas Vázquez debía ser penalti. El prisma y el juicio de cada uno decidirá si es o no pena máxima. Ni todas las cámaras del planeta, el VAR o la Santa Sede convencerían a nadie de lo contrario de ponerse a intentarlo. Jugada difícil, decisión aún más compleja. La forma de caer de Lucas ante la proximidad de Benatia sí concede la duda.
El penalti supedita cualquier análisis porque es absolutamente decisivo para el devenir del encuentro y la eliminatoria. Pero, moviola arbitral aparte, la conclusión es la siguiente: el Madrid mostró una versión menor y errática tras su solvente actuación de Turín al tiempo que la Juventus, optimizando al 200% sus recursos y con una defensa numantina, rozó la gloria y mereció, al menos, la oportunidad de la prórroga.
No hubo alargue porque Oliver apuntó al punto de penalti, porque Buffon vio la roja entre lamentos, protestas y aspavientos y porque Cristiano mandó el balón a la escuadra. Epílogo cruel para el gigante Buffon. Un final triste e inmerecido para una leyenda y un señor. Nuevamente Cristiano se puso la capa.
Pero así es el Madrid, al menos este Madrid de Zinedine en la Champions League. Cuando parece que no está, hace acto de presencia; cuando necesita el milagro, le llueve del cielo; si el árbitro resuelve una jugada comprometida, difícilmente le viene en contra. En el ADN blanco caben todos los villanos del mundo. Ni Marvel, ni DC: Real Madrid Club de Fútbol. No hay guiones mejores que los que ha escrito este equipo a lo largo de la historia.
Planteamiento perfecto
Allegri sabía que tenía que hacer daño por el carril de Marcelo y lanzar balones hacia donde estuviera el imberbe Vallejo. Así llegaron los goles de Mandzukic, un cazabombardero en el segundo palo del área de Keylor. Tardó el Madrid en conectarse al encuentro, perdido Modric, nervioso Vallejo, desnortado Bale, acelerado Carvajal.
Los dos golpes de la Juventus no tiraron al Madrid al suelo. Isco pidió el balón, el cuadro 'bianconero' dio un paso atrás y hasta en cuatro ocasiones pudieron anotar. Buffon, el poco acierto y el travesaño frenaron el arrebato.
En la segunda mitad, Zidane abogó por la locura: Asensio y Lucas por Casemiro y Bale. El Madrid se partió, pero el efecto fue inmediato al lograr que la Juventus pusiera el campamento base en su misma área chica.
El fútbol, tan imprevisible, tiene estos giros: cuando más cerca estaba el equipo blanco de anotar, Matuidi, como un bisonte, la pidió a la banda y entre él y Keylor pusieron el tercero. Eliminatoria empatada con media hora por delante.
Un desenlace cruel... para la Juventus
La Juventus, reventada por el esfuerzo, porfiando a que llegaría su oportunidad en la prórroga o en los instantes finales, esperó un último zarpazo. Le valía tanto el 0-4 como el 1-4 en caso de que llegara el tanto del Madrid después de los 90 reglamentarios.
Fue entonces cuando llegó el penalti, el lamento juventino, el adiós de Buffon, expulsado y aun así aplaudido por el Santiago Bernabéu, el gol de Cristiano y el éxtasis blanco. El forofismo impedirá una lectura correcta y aséptica de lo visto en el Bernabéu. Lo que sí vimos es que el Madrid, en el momento de la verdad, de la forma que fuere, golpeó. Ya van muchas veces seguidas en Champions.