El Real Madrid llegó al Camp Nou con la lección aprendida de la primera vuelta. Ni siquiera el tempranero gol de Suárez le cambió el guión al equipo de Zidane, que lleva meses sintiéndose más cómodo lejos del Bernabéu. En territorio azulgrana supo juntarse y golpear a la contra. Ni siquiera la recuperación de la 'bbc' rompió esta vez con el equilibrio que había encontrado el conjunto blanco, sobre todo en Europa.
Los que aventuraban un 'Clásico' descafeinado se quedaron sin argumentos tras el gol de Suárez. El uruguayo activó algo. Una temporada marcada por el buen hacer de uno en Liga y Copa y del otro en Europa. Deseos entrelazados y rabia contenida que terminaron explotando en un encuentro espectacular al que no le faltó de nada.
Se tenían ganas y llevaban meses esperándose. Como el partido del recreo, ese que esperas como loco tras aguantar las duras primeras horas de esas asignaturas que se le atragantan a cualquiera. Así se llegó al partido, que aunque no sea el del año siempre lo es. Porque esto es un Barcelona-Real Madrid. Porque en el Bernabéu se acabó con goleada visitante, porque el Madrid quería arrebatarle el invicto a su rival y porque aparte de Kiev, no queda mucho más que motive de esta forma.
Por eso el gol de Suárez despertó tanto en el partido. El Barcelona, que aún añora la oportunidad perdida en Europa, ese escenario icónico de su máximo rival, golpeó primero. La banda de Marcelo es el sacrificio que siempre asume Zidane, pero al que siempre le saca el lado positivo. Llegó por ahí el 1-0, pero también nació de ahí el 1-1. Guiado por Kroos en una contra de esas que se presentan en los manuales de fútbol.
Cristiano, el alma máter
Cristiano respondió a pase de Benzema para seguir erigiéndose como una de las pesadillas habituales del Camp Nou. Pero el gol vino acompañado de un esguince que dejó al portugués fuera de combate al descanso. Forzó para seguir y tuvo hasta tres ocasiones para el 1-2. No acertó y el partido se fue al descanso en pleno estallido volcánico con el plantillazo de Bale y la roja de Sergi Roberto.
Asensio apareció por el mismo escenario en el que maravilló hace meses en la Supercopa. Pero el cambio de Cristiano le había quitado parte del alma a un Real Madrid que no supo controlar el encuentro en superioridad numérica. Con el árbitro cada vez más fuera del partido, llegó el polémico gol de Messi y un estallido de incendios constantes que convirtieron el 'Clásico' en uno de esos partidos del recreo que se recuerdan durante años. De los que cuentas en las fiestas de reencuentros 15 años después de haberte marchado del colegio.
Bale, el invitado al que nadie esperaba
Apareció Keylor y Bale se coló en una fiesta a la que horas antes parecía no estar ni invitado. Buen gol del galés, que le ganó sólo una vez a Jordi Alba. Y esa acabó en el 2-2. A partir de ahí, con el Barça con 10, el Madrid al borde de una roja y el árbitro sin saber ya qué compensar, se entró en ese punto de fricción donde podía pasar de todo.
De Messi a Modric, de Paulinho a Marcelo. Idas y vueltas que presentaban más carreteras hacia Ter Stegen que hacia Keylor. Pero con Messi, una nacional puede convertirse en una autopista. En esas llegó un penalti clamoroso sobre Marcelo que se fue al limbo de los 'Clásicos', ese armario lleno de errores que un día beneficiaron a uno y otro día a otro. Esta vez le tocó al Madrid, que perdió la oportunidad de darle una estocada al equipo del doblete, que camina herido pero en pie hacia el invicto.
Y cuando mejor estaba el Madrid, se acabó el partido. Con el Barça boqueando y Ramos instalado en el área de Ter Stegen. Semedo casi se pega un tiro en el pie con un despeje que hizo encogerse a medio estadio azulgrana. Le faltó recreo al equipo de Zidane, que se tuvo que volver a clase cuando más cerca veía la victoria.
La batalla previa a Kiev mostró a un Madrid con recursos, con alma, y preparado para medirse al Liverpool. Con la única inquietud del tobillo de Cristiano y el sinsabor de no haber conquistado el Camp Nou una vez más. Se fue con un empate que acabó entre risas y comentandose la jugada, como acaban todos los partidos del recreo.