Sucedió hace justo 113 años, en 1904. Por aquel entonces, el fútbol era menor de edad en España y no existían organismos que lo regularizaran como la RFEF o LaLiga, pero los equipos oficiales se las arreglaban como podían para organizar competiciones y torneos. Faltaban recursos, pero no ilusión para construir algo que ha acabado siendo tan grande para este país.
Corría el mes de marzo cuando la 'Asociación Madrileña de Foot-Ball', una institución presidida por Ceferino Avecilla, se propuso candidata para organizar la segunda edición de la historia de lo que hoy conocemos como Copa del Rey, en aquel momento llamada Campeonato de España.
El torneo se disputó en el Campo de Tiro al Pichón de la capital española y, en contraste al torneo de 1903, no estuvo organizado por la presidencia del Madrid Footb-Ball Club (el equipo al que actualmente se le conoce como Real Madrid).
Eso sí, el club madrileño sí que se encargó de redactar las bases del torneo para que, junto a la Asociación Madrileña de Foot-Ball se creara una competición acorde con la disputada justo un año antes. En dichos estatutos, una norma se sobreponía a las demás: "Sólo podrán tomar parte en este concurso que se celebrará en Madrid, una Sociedad por cada provincia ó región. Si se inscribieran por una provincia dos o más sociedades, celebrarán entre sí partidos eliminatorios bajo una serie de condiciones".
Y precisamente, esa cuarta base de las normas generales del Campeonato de España 1904 es la causa detonante que nos dejó al campeón más extraño de la historia del fútbol hispano.
El Athletic de Bilbao fue uno de los primeros equipos, junto con el Español de Barcelona, en inscribirse. Cada uno, de una región del país, se enfrentarían en un triangular contra el Madrid-Moderno Foot-Ball Club (equipo formado por la fusión del actual Real Madrid y el Moderno Foot-Ball Club, otro conjunto madrileño). Pero la inscripción de otros tres equipos de la Comunidad Autónoma de Madrid (Español de Madrid, Moncloa FC e Iberia FC) provocaron que se tuviera que disputar una fase previa con el objetivo de que sólo quedara un conjunto de la región para que se enfrentara, en un triangular, al cuadro vasco y al barcelonés.
Este 'cambio de planes' repentino hizo que se tuvieran que cambiar las fechas en las que estaban encuadrados los partidos de la competición, algo que no le gustó al Español de Barcelona, que renunció a su participación. Así pues, en el cuadro quedaron cuatro equipos madrileños (que lucharían en dos semifinales y una posterior final hasta que sólo quedara uno vivo) y el Athletic Club, que se quitó del medio al Español de Barcelona sin mover un dedo. Primera víctima.
El torneo comenzó el 13 de marzo con una goleada por 4-0 del Moncloa al Iberia FC que dejó al primer clasificado para la final de la fase previa. Los problemas llegaron justo seis días más tarde. El 19 de marzo Español de Madrid y Madrid-Moderno FC empataron a 5 y, según las bases del torneo, deberían jugar un partido de desempate. Los jugadores del Español exigieron jugarlo el próximo día, pero el Madrid-Moderno se negó amparándose en los estatutos (no se permitía jugar un partido de desempate antes de haber pasado 48 horas).
No obstante, la organización dejó de lado las bases del torneo y al día siguiente, al sólo presentarse el Español de Madrid en el campo, le clasificó para la final, provocando más líos en torno a la organización debido a las quejas de un Madrid-Moderno que se basó en la legalidad y acabó siendo eliminado por ello.
Así pues, y para más 'inri', en la 'final madrileña' (27 de marzo) volvieron los problemas. El Español de Madrid iba ganando por 1-0 en la segunda mitad, pero el árbitro suspendió el choque a causa de la lesión de tibia de un jugador del Moncloa FC. El equipo que actuaba como local, y que iba por delante en el marcador, pidió la victoria técnica en lugar de que se reanudara el partido dos días más tarde, pues ya se habían retrasado la mayoría de choques por el cúmulo de infortunios vividos hasta esta antesala a la verdadera final.
El problema para el Español de Madrid, al que le aceptaron el recurso, reconociéndole la victoria ante el Moncloa FC y fechándole la final para el día 29, es que, desde primera hora, la gran final estaba pactada para disputarse el día 28, por lo que el Athletic Club, que había permanecido ajeno a toda esta información debido a la lejanía, viajó a la capital para jugar la final ese mismo 28. Su sorpresa es que al llegar al campo, no se encontró a ningún rival, ya que el Español de Madrid consideraba que la final se jugaría al día siguiente.
No obstante, la Asociación Madrileña de Foot-Ball culpó al Español de no haber informado al equipo vasco, por lo que acabó reconociendo campeón al Athletic.
Aunque no todo terminó aquí, pues el día 29, el Español de Madrid se personificó también en el campo y reclamó, en primera instancia, jugar la final y en segunda, en caso de no poder hacerlo, que se le reconociera el título. Al principio, la asociación así lo hizo, retirándoselo al Athletic por ausentarse de la 'segunda final', pero esta decisión suscitó un gran número de quejas de los otros equipos madrileños que se quedaron por el camino, aludiendo que su victoria en la final del clasificatorio de Madrid (la que no se terminó por una lesión) no había sido justa al no haberse reanudado tras la suspensión.
Para apagar los fuegos y calmar las aguas de la que, probablemente fuera la Copa peor organizada de la historia, la Asociación Madrileña de Foot-Ball le otorgó, de manera definitiva, el título al Athletic Club, que guarda este hito como una de las anécdotas más surrealistas de su historia. La Copa permanece en su palmarés como el segundo trofeo de dicha categoría que levantaron. El equipo bilbaíno ha logrado 23 títulos coperos, sólo superado por el Barcelona... pero consiguió lo que nadie más hizo, ganar una competición oficial sin jugar ni un sólo partido.