El Bayern ha despedido por última vez a Jupp Heynckes, y lo ha hecho de una forma tan amarga como inesperada, con una derrota, la segunda más dura de la temporada para los bávaros.
El favorito era, como es lógico, el todopoderoso Bayern. Pero las finales no se ganan sólo con nombre y fama. Las finales hay que ganarlas. Y el Eintracht se lo ha demostrado al Bayern esta noche.
El Bayern asumió el papel del favorito, del equipo grande. Del dominador del partido. Impuso su ritmo al Eintracht y en los primeros compases del partido puso en apuros a su rival.
De hecho, de no ser por el travesaño, Robert Lewandowski, a los 8 minutos, hubiera adelantado a los bávaros, pero su lanzamiento de falta no estuvo acertado. Eso sí, fue la mejor de las tres que botó.
El Bayern amenazaba a Hradecky, pero fue el Eintracht el que golpeó primero. Los de Kovac se aprovecharon de un error del rival en la salida del balón para que Rebic, a pase de Boateng, fusilase por primera vez a Ulreich.
El gol cambió al Bayern. A los de Heynckes, pese a tener casi todo el partido por delante, les entraron las prisas. Sus ataques, aunque numerosos, carecían de acierto.
El balón era del Bayern. Un monopolio absoluto que sus atacantes no lograron materializar en toda la primera parte. Y no fue por falta de ocasiones. Müller, Lewandowski, Ribèry... Todos lo buscaron, ninguno encontró el gol.
Entre tanto, alguna contra del Eintracht, pero no era su plan. El club de Frankfurt prefería defenderse a atacar, a sentenciar el partido, y lo hizo a costa de cargarse de tarjetas amarillas en la recta final del primer tiempo.
Con el Bayern buscando el gol del empate se llegó al descanso, y el partido tardó en reanudarse, porque el humo de las bengalas llevó al colegiado a esperar unos minutos para volver a poner en juego el balón.
Eso sí, en la segunda parte todo cambió. Una vez se puso el balón en marcha de nuevo, el Eintracht avisó y el Bayern marcó. Un mazazo para el aspirante, pues el tanto llegó con cierta fortuna, a disparo de Lewandowski que tocó en la bota de Omar Mascarell y despistó a su portero.
El empate hizo que el partido se abriese durante unos minutos, pero poco a poco el Bayern se volcó de nuevo sobre el arco de Hradecky, e incluso volvió a estrellar un balón en la madera, un testarazo de Hummels que el travesaño volvió a negar.
Parecía que el partido se iría a la prórroga, pero no fue así. En el minuto 82, el héroe del partido, Ante Rebic, volvió a aparecer. Dos minutos antes avisó, y en la siguiente que tuvo no falló.
Eso sí, no sin polémica. El VAR hizo acto de aparición, porque la jugada se inició con polémica. El balón rebotó sobre la mano de Boateng antes de que fuese pateado hacia el delantero balcánico.
El colegiado, tras consultar el vídeo, consideró que fue involuntaria y dio por válido el gol. No terminaría ahí la moviola.
Porque ya en el añadido, con el Bayern volcado sobre el área de Hradecky, otra polémica jugada le añadió un extra de suspense a la final.
Reclamaba el Bayern un penalti sobre Javi Martínez, pero el árbitro no lo consideró como tal y pitó córner. En el contragolpe, con Ulreich buscando rematar aquel saque de esquina, otro balcánico, Gacinovic, sentenció la final.
Las protestas de los jugadores del Bayern empañaron el final del encuentro, y de nada sirvieron. La euforia se apoderó de los aficionados del Eintracht. No era para menos...
Este título corta una sequía de 30 años sin celebraciones en Frankfurt, y supone la quinta DFB Pokal que el Eintracht gana. Un triunfo que además manda de nuevo a Europa a los hoy vencedores, privando de ese premio al Stuttgart, séptimo clasificado de la Bundesliga.