El trabajo realizado a nivel técnico y psicológico en la plantilla romana permitió a la Roma convertirse en la auténtica revelación de esta Liga de Campeones y en un equipo que cuenta con las armas necesarias para poner en apuros a los grandes de Europa.
Campeón de Italia en su carrera de jugador con la Roma en 2001, Di Francesco llegó al banquillo del club romano tras un largo período de formación en el Sassuolo, un equipo que llevó de la Ségunda División a la Serie A (Primera División) y a una histórica participación en la Liga Europa.
Tras lucirse durante cinco años en el banquillo del Sassuolo, Di Francesco recibió el pasado verano la llamada del director deportivo de la Roma, el español Ramón Rodríguez Verdejo 'Monchi', para que liderara un nuevo ambicioso proyecto técnico.
El club capitalino eligió a Di Francesco por su filosofía futbolística ofensiva, por su atención en los detalles y por su profundo conocimiento del ambiente, un aspecto fundamental en una ciudad como Roma que vive el fútbol de forma muy pasional.
Trabajó desde la pretemporada en su esquema táctico favorito, el 4-3-3 basado en la rapidez de los extremos y en intenso trabajo de los dos volantes, tanto en fase ofensiva como la defensiva, y dio una clara idea de juego a su plantilla.
Al lado de esto, realizó una determinante labor a nivel mental en sus jugadores para que adquirieran convicción en su potencial y para que aprendieran a pelear siempre por los máximos objetivos, sin conformarse.
Esto fue la base para forjar a un equipo no tembló ante rivales de historia y tradición notablemente superior, como el Chelsea y el Atlético de Madrid, que le tocaron en un a priori prohibitivo grupo C de la Liga de Campeones.
Y su equipo se midió a la par con ellos, pasando la fase de grupos como líder por delante del Chelsea, al que doblegó con un contundente 3-0 en el Estadio Olímpico, y derrotando también al Shakhtar Donetsk ucraniano en los octavos de final.
A lo largo de la temporada, Di Francesco estudió profundamente las variantes tácticas que le proporcionaba su plantilla y entrenó a sus jugadores para que aprendieran a jugar también con un 3-5-2, para contar con más opciones.
Y ese trabajo fue fundamental en la vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa, hasta este momento la obra maestra del técnico italiano, cuando la Roma logró remontar un 1-4 adverso sufrido en la ida contra el Barcelona con un contundente 3-0.
Fue una hazaña histórica y el triunfo de un Di Francesco que anuló completamente al Barcelona y, en particular, al argentino Lionel Messi, que nunca tuvo espacio para incidir en el encuentro.
Esa prestigiosa victoria desató la euforia total de la hinchada 'giallorossa', pero Di Francesco recordó ya desde la rueda de prensa posterior al encuentro que su equipo no debía conformarse, sino seguir trabajando y creer en sus capacidades.
El entrenador italiano no tolera que su plantilla se relaje, conformándose con las semifinales; exige que sus jugadores encaren el cruce con el Liverpool con la convicción de poder dar el último paso hacia la final de Kiev.
Para hacerlo, Di Francesco deberá preparar otros dos grandes partidos para contener a un Liverpool que es uno de los equipos ofensivamente más brillantes de Europa, liderado por el tridente formado por el egipcio Mohamed Salah, el brasileño Roberto Firmino y el senegalés Sadio Mané.