Esta vez se cambiaron los papeles. El Barça pareció el Chelsea y el Chelsea se disfrazó por momentos de Barcelona. Los azulgranas no tuvieron inconveniente en vivir alrededor de su área mientras el Chelsea controlaba el encuentro y acumulaba acercamientos, que no oportunidades, en el área de Ter Stegen.
El tempranero gol de Messi marcó mucho el guion del partido y al Barcelona no le importó recoger el guante y ser el dominado y el que buscaba los contragolpes. Piqué y Umtiti, martirizados de manera constante por los codos de Giroud, estuvieron imponentes y Ter Stegen volvió a estar muy seguro en las pocas ocasiones en las que el Chelsea tiró a portería.
Y es que este Barcelona ha aprendido a defender. Y a defender muy bien. A excepción del golpe franco que Marcos Alonso estrelló en el larguero, los 'culés' no sufrieron demasiado pese al dominio 'blue' de la primera mitad.
Tras el descanso, el conjunto azulgrana se habituó a vivir en el balcón del área, pero de nuevo sólo un remate de cabeza al palo de Rüdiger, ya en los últimos instantes y con la eliminatoria sentenciada, llevó el peligro y el miedo a la grada.
Una vez más, las ayudas y la solidaridad azulgrana fueron la seña de identidad de este Barcelona de Valverde, que quizás no enamore por su torrente de fútbol ofensivo, pero sí lo hace por su sobriedad.