La versión industrial del Barça de Ernesto Valverde bastó para dejar la eliminatoria vista para sentencia. No valen los errores ni las buenas intenciones en Champions. El fallo es una deuda que los grandes hacen pagar. Y este Barcelona se ha especializado en aprovechar los descuidos del contrario.
Hay días en los que Messi juega como si estuviera en su jardín con sus tres pequeños y el resto se contagia. Pero no le suelen sobrar alharacas a este Barça, más yunque que martillo. Es un Barcelona práctico, funcional, pragmático, rebosante de oficio, que sabe minimizar al adversario y sobreexplota los aciertos. La Roma lo padeció en esta ocasión.
Si Leo no frota la lámpara, aparecen soldados que disparan sin preguntar. Y si no sacan la pistola, obligan al otro a sacarse la calderilla de los bolsillos. Así ganó el Barça a la Roma, forzándole a que ella misma se pegara un tiro en el pie. Cuatro goles del Barça provienen de tres fallos claros, tres errores que no se pueden tener en una competición como es la Champions.
La Roma desplegó su plan en el Camp Nou, llegó a incomodar al Barça, pero acabó claudicando al empuje y pegada del equipo azulgrana. Como si unos cachorros se cayeran en un estanque de pirañas. Si ante el Barça el balón merodea más el área propia que la contraria, lo normal es perder.
Le ocurrió al no obstante meritorio equipo de Di Francesco, que mostró orgullo y un planteamiento más que digno. Pero el Barcelona ha logrado hacer de la rapiña todo un arte. Este partido es un nuevo síntoma de esta transformación, para desesperación de los guardiones del estilo.
Un Messi terrenal
Valverde, que con frecuencia prioriza la seguridad, sacó a Semedo y adelantó a Sergi Roberto. Un 4-4-2 para atar el balón y no sufrir en transición frente a la Roma. Un plan perfecto que careció del genio de Messi, quien se empeñó en hacer la jugada del siglo cada vez que tocó el balón. Quizá porque se vio obligado ante los pocos socios con los que contó en ataque. Pero cada vez que arrancó lo hizo sin ardor ni precisión.
Pese al poco tino de Messi, Rakitic pegó un palo y obligó a la Roma se amurallarse aún más alrededor de Alisson, portero ideal para los 'highlights' y los gifs de Twitter. Se le cayó el castillo por la viga menos inesperada. Combinaron Iniesta y Messi y De Rossi fue el autor del tanto al embocarla en su meta. Victoria de errores forzados, como en el tenis.
La Roma se estiró un par de veces en alguna acometida aislada de Peres y Florenzi, sin éxito. Sus mejores ocasiones llegaron tras el descanso. Perotti aún se está arrepintiendo de rematar de cabeza con los ojos cerrados. Tras este error de la Roma, otro error: Manolas se metió otro gol sin querer. Messi para Rakitic, Rakitic para Umtiti y el que remató al final fue el griego.
Messi, pese a su gris partido, estuvo en el inicio de los tres primeros tantos. Con la Roma en estado de 'shock' y con cara de preguntarse 'qué ha pasado aquí', el astro argentino triscó en campo contrario, la regaló con el exterior a Suárez y el rechace de Alisson a tiro de éste lo aprovechó Piqué.
Dzeko dio el susto
Con el 3-0 el Barcelona dormitó en exceso, Ter Stegen se vio obligado a arreglar un desaguisado previo, pero a la tercera llegó el tanto de la Roma, obra de Dzeko tras un buen servicio del animoso Perotti. Un 3-1 que daba esperanzas a Olímpico.
Pero si hay un equipo que no da vidilla a sus rivales, que aniquila casi por inercia, es este Barça, especializado en desnudar al rival cuando pestañea. Así llegó el 4-1, con una jugada que empezó en Semedo, continuó Denis y rebotó en el bosque de piernas romanista para que Suárez pusiera el resultado definitivo y zanjara por fin su sequía en Champions.
El 4-1 le abre las puertas de semifinales al Barcelona, quien a falta de nervio y finura es capaz de sacar los partidos con oficio y determinación. Jugar feo, le llaman los puristas. Pero así también se levanta trofeos.